La ideología de la identidad de género va más allá de las tormentas de Twitter y el uso de los pronombres correctos. En sólo 10 años, las leyes, las políticas empresariales, los planes de estudios escolares y universitarios, el deporte, los protocolos médicos y los medios de comunicación se han reconfigurado para privilegiar la identidad de género autodeclarada sobre el sexo biológico.
Se avergüenza y silencia a las personas que intentan comprender las consecuencias de redefinir «hombre» y «mujer». Aunque la compasión por la vida de las personas transgénero pueda ser bienintencionada, está ahogando una investigación muy necesaria sobre el significado de nuestros cuerpos.
Si volvemos a comprometernos con nuestros valores liberales de libertad de creencia, libertad de expresión y debate enérgico, podremos desescalar la más feroz de las guerras culturales.
«Una inteligente y exhaustiva réplica a una idea que ha barrido gran parte del mundo liberal aparentemente de la noche a la mañana. Incluso aquellos indignados por las posturas de Joyce se beneficiarían de comprenderlas… Una conversación abierta sobre temas tan delicados es el único camino realista para avanzar». (Jesse Singal, The New York Times)
«Este libro riguroso y valiente clava la absurda idea de que el sexo es sólo una ‘construcción social'». (David Aaronovitch, The Times)