La preocupación de que la desigualdad por razón de sexo se vuelva imposible de combatir desde el derecho no es una preocupación fóbica. Con leyes de autoidentificación que reconozcan que cualquiera puede ser una mujer se oculta la realidad de las mujeres, se pierde la operatividad de las leyes de igualdad entre mujeres y hombres.
Este fin de semana nos despertamos estupefactas con un artículo de la Directora del Instituto de la Mujer del Gobierno de España que señalaba la existencia de un “feminismo contrario a los derechos de las personas trans”. Esa aseveración que, por supuesto, es falsa, se enmarca en las estrategias de silenciamiento de opiniones, reflexiones y debates que, en todo el mundo, están poniendo en cuestión la existencia del “sexo” como una categoría biológica y jurídica.
La afirmación de Gimeno viene a embarrar porque el feminismo no está cuestionando derechos de las personas transexuales, lo que pretende es un debate social que permita conocer las consecuencias de imponer algunas normas basadas en las teorías queer que implican el BORRADO DE LAS MUJERES.
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Lo que se pretende acallar, a base de insultos, acosos y descréditos públicos, es la voz de las personas que están mostrando algunas de las consecuencias sociales que comporta dar categoría legal a un esencialismo de género que conlleve el negacionismo del sexo biológico.
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