Desde hace un par años (nunca antes), estamos asistiendo a un teatro dantesco patrocinado por formaciones que ostentan ahora poder, entre otras cosas, gracias a su discurso feminista. Digo que desde hace dos años porque fue a raíz de las leyes misóginas de autodeterminación del sexo (que cada persona -incluidas las criaturas- determine qué sexo tiene; no qué género, sino qué sexo. Con todo lo que ello conlleva). A raíz de ese momento político, tanto Unidas Podemos como las formaciones de Ada Colau y Mónica Oltra, entre otras, han comenzado a dar pasos atrás en su discurso, antes claro y meridiano.

¿Por qué es tan importante que sepamos definir al sujeto de la lucha? ¿Por qué hay tanta bronca contra quienes redefinen ahora qué es una mujer (nunca, jamás, «qué es un hombre», ojo)? Sencillamente, porque ninguna lucha sale adelante sin su propio sujeto político. ¿Tendría sentido la lucha antiespecista o la lucha antirracista sin determinar por quién se está peleando? ¿Cuál es la agenda de una lucha si no se da una definición clara de quiénes son las oprimidas y en base a qué?

Esto es a lo que estamos asistiendo incrédulas las feministas: que la definición del sujeto político de la lucha feminista sea esta:

«No soy mujer por mis genitales, soy mujer porque me comporto y pienso como una mujer». Este comentario insoportablemente machista es un buen resumen de a lo que hemos llegado.

[…] ¿Qué quieren decir cuando hablan de «pensar» o «comportarse» como una mujer? Nos están diciendo que no encuentran otra forma de definirnos sin hablar de nuestra opresión sexual y explotación reproductiva históricas. Y es grave, muy grave. Porque da igual lo que digan y que no lo quieran afrontar o solucionar, la realidad sigue ahí: el grave problema de la prostitución, la trata y el tráfico de mujeres es una realidad, y no se trata de que quienes piensan como hombres explotan globalmente a quienes piensan como mujeres. Esto como entenderán en una absoluta ridiculez. Los hombres, es decir, las personas de sexo masculino, trafican y explotan y abusan de las mujeres, es decir, de las personas de sexo femenino. Nadie pregunta a nadie cómo piensa, al sistema le da absolutamente igual. Cuando secuestran a niñas y adolescentes de países como México o zonas rurales de Tailandia para explotarlas sexualmente en EEUU y Bangkok, respectivamente, los secuestradores, hombres, no preguntan a esas niñas y adolescentes qué piensan, ni observan cómo se comportan: las secuestran y las prostituyen porque son del sexo femenino. […]

La socialización femenina y los mandatos que el patriarcado reserva para nosotras jamás estará basado en cómo nos sentimos, qué pensamos o cómo nos comportamos, están basados en nuestro sexo. Pero para aquella gente que enarbolaba la bandera feminista y que consiguió el poder gracias también a las feministas, esto ahora no es así. No solo es que ya no sea así, sino que decirlo es «transfobia».

[…] Una de las consecuencias de estas teorías misóginas es que las feministas, las mujeres comprometidas e incluso asociaciones y colectivos que denuncian lo machista del asunto, son violentadas constantemente, pierden incluso puestos de empleo y son amenazadas cada día por mantenerse coherentes y firmes. Nunca, jamás, podríamos haber imaginado que tendríamos que soportar un machismo tan retorcido de quienes nos vendieron que velarían por nuestros derechos. Estábamos armadas contra Vox, contra el fascismo, contra la derecha, contra todos, pero nunca podríamos llegar a pensar que serían las «nuestras» quienes nos intentarían vender sin que les temblara ni el pulso.

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