Dos proyectos de ley aprobados en California redefinen los hechos biológicos para adaptarlos a los deseos individuales. Las parejas de varones gais serán consideradas estériles, al no disponer de una mujer que pueda embarazarse si quieren ser padres, una resignificación que facilitará el alquiler de vientes. Un segundo proyecto permitirá que los menores elijan no pasar por la pubertad para afirmar su «identidad de género».

El proyecto de ley SB 729 de California, aprobado en el Senado el mes pasado, redefine la “infertilidad” no como una condición médica sino como un estado que puede ser causado tanto por la situación de un individuo como por problemas médicos. Mientras tanto, otro proyecto de ley,  AB 957, aprobado en mayo, modificó la norma estatal sobre lo que constituye la responsabilidad de los padres con el bienestar infantil. Para ser considerados aptos para velar por «la salud, la seguridad y el bienestar del menor» ante un tribunal, los padres no deben limitarse a «considerar» sino a «afirmar» la identidad de género elegida por el menor.

Lo que se institucionaliza en ambos casos es la primacía del deseo sobre aspectos de la fisiología o las interacciones humanas que hasta ahora se consideraban dadas y «naturales»: el proceso reproductivo, el desarrollo normal de la pubertad y la autoridad de los padres sobre sus hijos.

En el caso del Proyecto SB 729, un individuo o una pareja (o cualquier otra agrupación) que desee tener un bebé pero no disponga de gametos masculinos y femeninos ni de una mujer que se encargue de la gestación se define ahora como «infértil», al mismo nivel que una pareja heterosexual que normalmente esperaría poder tener un bebé pero que, por alguna razón médica, no puede concebir.

A su vez, esta legislación obliga a las compañías de seguros a financiar tratamientos de «infertilidad» para personas o parejas que nunca podrían concebir de forma natural, incluyendo potencialmente los vientres de alquiler gestacionales.

En efecto, esta legislación redefine las características normales del proceso reproductivo humano en caso de que esas características normales entren en conflicto con los deseos de los aspirantes a padres solteros o parejas del mismo sexo. A continuación, establece toda una nueva infraestructura de costosa tecnología médica y «servicios de gestación» para «curar» las imposibilidades biológicas que se han redefinido como meros obstáculos.

[Según The Post Millennial, «la coautora del proyecto de ley, la senadora demócrata Caroline Menjivar (D), declaró que el proyecto de ley «asegurará que las parejas homosexuales ya no tengan que pagar más de su bolsillo para formar familias que las familias heterosexuales».  Este proyecto de ley es fundamental para lograr una igualdad de vida plena para las personas LGBTQ+, así como para promover una atención médica completa e integral para todos los californianos». Una organización llamada Hombres que tienen bebés se jactó de que el proyecto de ley «eliminará las barreras financieras» para los hombres homosexuales que deseen alquilar el útero de una mujer para tener un hijo. ]

En el caso de la AB 957, cuando los padres se enfrentan por la custodia de un hijo y parte de esa batalla por la custodia se refiere a si el niño debe ser tratado como «transgénero», California presumirá que el progenitor que se resiste a la transición de su hijo incumple su deber parental de cuidado. En este caso, la presunta primacía del deseo sobre los datos biológicos se afirma en varios frentes.

En primer lugar, se supone que la pubertad ya se ha redefinido, pasando de ser un proceso normal a una opción del menor para expresarse. Es decir: la pubertad, antes considerada simplemente «natural», se entiende ahora como una opción que puede o no «alinearse» con los deseos de un niño. Y ese niño, lejos de ser entendido como inmaduro en su desarrollo y necesitado de formación, es reimaginado como ya capaz de expresar esos deseos de forma consistente y coherente, y de consentir las intervenciones médicas extremas necesarias para remodelar «la pubertad equivocada» de acuerdo con esos deseos.

Además de afianzar este derecho a «curar» el proceso madurativo humano normal, basado en la afirmación de una «identidad de género» preexistente y coherente, la legislación invierte la concepción anterior de la relación entre padres e hijos. En lugar de dar por sentada la autoridad amorosa del progenitor para perseguir el interés superior de su hijo, por encima de los deseos del niño (presuntamente inmaduro) si es necesario, la responsabilidad parental se trata ahora como condicionada a la buena disposición del adulto a obedecer los deseos del niño.

No debemos subestimar la radical transformación que representa este paradigma emergente, ni lo fundamentales que son ya las divisiones políticas que provoca. Es de esperar que esto empeore: el bien documentado «Big Sort» `[ el libro de Bill Bishop sobre cómo Estados Unidos se convirtió en un país de creciente división cultural, separación económica y polarización política] en la que los estadounidenses se están reubicando cada vez más a lo largo de las líneas de fractura política, implica que el abismo entre los estados de EE.UU. sobre la relación adecuada entre el deseo, la naturaleza, la biotecnología y la política se acentúa con el tiempo. Y como suele ocurrir que cuando Estados Unidos estornuda el resto del mundo se resfría, podemos estar seguros de que el 51º Estado se verá cada vez más implicado.

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