Entrevista a Laura Lecuona, filósofa y activista feminista de México, de la que extraemos las preguntas relacionadas con la abolición del género y la teoría queer.
¿Qué significa abolir el género?
El género, según lo entiende el feminismo, es un sistema que concede a hombres y mujeres diferente valor como personas y en virtud de eso les asigna una distinta jerarquía en la sociedad. Es la dupla feminidad + masculinidad, el equivalente a lo que Kate Millet en Política sexual llama las diferencias atribuidas a los sexos en cuanto a «estatus, rol y temperamento». Los hombres gozan de un estatus más elevado que las mujeres y representan papeles distintos en virtud de unas supuestas capacidades más interesantes y una diferente personalidad. Sin ese sistema de valores y creencias que se nos inculca desde que nacemos y a lo largo de toda la vida, y del que todos somos víctimas y actores a la vez, el machismo la tendría mucho más difícil. Abolir el género significaría terminar con la distinta valoración de hombres y mujeres y acabar con los roles sexuales asociados a ésta, que son el principal sustento del sistema patriarcal. Mientras el género exista, persistirán la cultura del odio a las mujeres y las instituciones patriarcales; por tanto, abolir el género sería la única manera de terminar con éstas.
Muchas feministas, teóricas y activistas, sostienen que este sería el gran logro del feminismo. ¿Por qué?
Porque abolir el género es la primera condición para terminar con la violencia hacia las mujeres, rasgo inherente al patriarcado y que es uno de los problemas más lacerantes de esta sociedad. Es el camino más directo a la sociedad justa, libre de misoginia, con la que sueña toda feminista.
¿Por qué la opinión pública tiende a confundir sexo y género en lo que se refiere a feminismo?
Por muchos años las feministas se referían a la parte más visible de lo que engloba la palabra género como roles sexuales, y creo que es un término muchísimo más claro, al que deberíamos volver, porque de entrada se transparenta que se trata de una actuación y del cumplimiento de unos papeles impuestos, no de un modo de ser. En el idioma inglés, que es de donde nos viene gran parte de la producción teórica sobre estos asuntos, la palabra sex, además de la acepción de «las categorías en las que los seres humanos se dividen sobre la base de sus funciones reproductivas» (o sea, lo que en español siempre hemos llamado sexo), tiene la acepción de «actividad sexual». En algún momento se empezó a usar gender como manera suave de referirse al sexo y para que no hubiera duda de si se hablaba de capacidad reproductiva o de relaciones eróticas. Así como en el español hemos adoptado el anglicismo de «tener sexo» para hablar de la acción que en España coloquialmente se llama follar y en México coger, adoptamos también el eufemismo género para referirnos al sexo, y así en los formularios, en las casillas para señalar si se es hombre o mujer, es común que pongan «género: masculino o femenino». Luego se popularizó una versión simplificada de la teoría queer y la confusión se profundizó, pues para esta ideología el género no es un sistema de opresión en virtud de nuestro sexo y nuestra capacidad reproductiva sino una personalidad. No es un sistema horriblemente violento e injusto que debamos abolir sino una forma de ser que todo mundo debe respetar y celebrar. El feminismo sostiene que el género no es algo dado por naturaleza sino un constructo social que hay que abolir. El querismo, que se especializa en apropiarse del discurso feminista para tergiversarlo y contradecirlo, ahora asegura que el sexo es un constructo social. Pero ¿cómo va a ser un constructo social un mecanismo por el que los seres humanos se han reproducido desde antes de que existiera la sociedad, ya no se diga una teoría social? Pero esta postura, que a pesar de ser ostensiblemente falsa está encontrando aceptación y ha llegado a introducirse en leyes de distintas partes del mundo de manera subrepticia, es un atentado contra el feminismo.
La opresión de las mujeres no se entiende si resulta que el sexo no existe materialmente. Imposible combatir esa opresión si, como alegan estas posturas negacionistas de la biología, ésta no tiene un sustento material. Yo veo en todo esto un intento deliberado de confundir a la gente; el propósito último es acabar con el feminismo, que es el movimiento más revolucionario que hay, y por tanto el más temido por el status quo.
Sabemos que en ocasiones has sufrido acoso por hablar sobre la biología de las mujeres. ¿Te sigue ocurriendo?
Sí. Llevo la T escarlata grabada en la frente. Todas las feministas críticas del género (entendido como sistema opresor) sufrimos acoso. El activismo cuir se ensaña con las (pocas pero cada vez más) feministas que damos la cara en estos temas y nos usa como escarmiento, para que las demás sepan a qué se atienen si alzan la voz. Si todas las mujeres conscientes de que el cuirismo es un engaño y de que ser mujer no es un sentimiento dijeran «espérate tantito», el feminismo no estaría sufriendo ésta que puede ser la mayor crisis de su historia.
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