Hace tiempo que la tribuna del Congreso da pena, pero lo que el martes se escuchó en ella no me generó solo desesperanza sino indignación y rabia. Escuchar en la tribuna discursos de los partidos que se dicen de izquierdas defendiendo que las leyes han de basarse en la expresión de querencias subjetivas, individuales y además vender todo esto como un progreso es algo que nunca creí que tuviera que combatir.

Lo primero que me indignó fue escuchar que el debate sobre la ley trans llegaba rodeado de ruido. Ahora resulta que los diputados y las diputadas llaman ruido a la lucha feminista. Claro que las feministas nos hemos organizado y eso no es hacer ruido (¿otra vez con lo de que somos histéricas o estamos locas?). Llevamos años argumentando y explicando que la llamada ley trans es un sinsentido, un ataque a la lucha feminista y me atrevo a decir que un ataque a la convivencia democrática, puesto que cuando se abandona la racionalidad, la democracia siempre está en peligro.

No solo tuvimos que soportar que desde la tribuna se dijera que la rebeldía feminista es ruido (lo dijeron los diputados y las diputadas que se dicen de izquierdas, será porque se sienten de izquierdas, aunque es evidente que no lo son), sino que también se “argumentó” alrededor de la pena y la lástima y se obvió que esta ley puede provocar un daño tremendo a la infancia de este país. No escuché a nadie que dijera que esta ley atenta directamente contra las políticas públicas de acción positiva hacia las mujeres que tanto nos ha costado conseguir a las feministas. […]

Llegamos ahora al meollo de la cuestión. ¿Qué son los derechos? Los derechos nunca son deseos, menos aún son subjetividades particulares o individuales y, sobre todo, no son quimeras imposibles, porque los derechos nunca forman parte del legado biológico sino de la construcción cultural y política en la que se funda la civilización. Pretender que la biología se pliegue a las leyes políticas es tan absurdo como pretender legislar sobre el tiempo atmosférico. Defender que se puede cambiar el sexo de las personas es igual de ridículo e imposible.

¿Qué es el sexo? Estos tiempos son tan absurdos que esta pregunta no es baladí. Desde luego el sexo de las personas nada tiene que ver con su forma de pensar, de comportarse, de vestirse o incluso de sentirse. El sexo es un hecho biológico que se observa y se registra en las partidas de nacimiento. No se asigna, como se dice últimamente y se escuchó también ayer en la tribuna del Congreso.[…]

¿Es importante seguir registrando el sexo y a los recién nacidos?… ¿Es importante registrar si el bebé es de sexo femenino o de sexo masculino? Por supuesto, porque las enfermedades afectan de forma diferente a las mujeres y a los varones y porque para saber cómo es la sociedad actual debemos desagregar los datos por sexos, porque todos los indicadores muestran que la igualdad entre los sexos forma parte de las leyes pero no de la realidad.

¿De qué personas hablamos cuando hablamos de personas trans?… Dentro de las personas trans hay personas transexuales, personas transgénero, personas no binarias y hasta personas de género fluido. La persona transgénero es la persona que nace con un sexo, pero no se siente cómoda con los roles tradicionales que se han asignado a ese sexo (género) y equipara sexo a género…

[…] El abanico trans es tan amplio que es imposible dar un definición que satisfaga todas las casuísticas que pudieran encontrarse porque ser trans se basa en sentirse y declararse como tal. ¿Puede una ley, que pretende ser siempre general, responder a situaciones subjetivas, pareceres o sentires particulares y hasta cambiantes? Difícil, si no imposible, conjugar generalidad con particularidad.

¿Qué queremos las feministas? Abolir el género, ni multiplicarlo ni esencializarlo convirtiéndolo en una identidad personal. Queremos eliminar el género porque llevamos siglos defendiendo que el hecho de nacer con un sexo no puede determinar la vida, salvo para las cuestiones biológicas propias de cada sexo. Menstruar o eyacular no nos hace mejores, peores o medio pensionistas; aunque la especia humana, como muchísimas especies animales, cumple con el dimorfismo sexual…

Todo lo expuesto es lo que deberían haber discutido los grupos políticos este martes y no la demagogia barata a la que redujeron la sesión parlamentaria.

El señor Baldoví llegó a defender que como un niño quería disfrazarse de hada, eso explicaba que en verdad era una niña. ¿De verdad que la izquierda de este país defiende que el comportarse de tal o cual manera hace que las personas sean de un sexo o de otro? Alguien decía ayer en twitter que ser mujer no es tener vagina o no tenerla. ¿Qué es ser mujer? ¿Oler a rosas, levitar en lugar de andar, sonreír sin parar o estar siempre bella y ser obediente? […]

Las feministas hemos hecho ruido, pero ni se imaginan el ruido que estamos dispuestas a hacer si esta locura sigue adelante.

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