El otro día me encontré con una persona en situación de vulva que hacía tiempo que no veía y, dentro de la distancia social recomendada, nos saludamos con el afecto que siempre nos habíamos profesado. Entre otras informaciones que intercambiamos, hablamos de cómo estaban nuestros correspondientes peneportantes.

Me confesó, para mi sorpresa, que hacía unos meses lo habían dejado, y que ahora estaba en relación con una vaginaportante. Me alegré sobremanera por ella al verla tan feliz, aunque al parecer la persona menstruante con la que había iniciado este nuevo periodo de su vida tenía unas reglas dolorosas, y le estaban haciendo pruebas para ver si era endometriosis u otra especial dolencia atribuidas tradicionalmente a los cuerpos menstruantes cisheteropatriarcales.

Yo, a mi vez, le expliqué las novedades que tenía, entre otras que me habían hecho unas pruebas en el agujero de delante para descartar candidiasis u otras afecciones que me estaban importunando. También le hablé de que une amigue había iniciado una relación con una persona en situación de pene y que elle estaba sopesando la idea de si convertirse en progenitor gestante, algo que le haría mucha ilusión, traer al mundo un nuevo cuerpo viviente como manera de compensar la desalentadora situación que atravesamos.

[…]

Como ustedes deben saber, adecuar el lenguaje a las numerosas y fluidas identidades de género es según la ONU uno de los más acuciantes problemas que tiene la humanidad en estos momentos de pandemia. Por eso, ante la duda, pregúntenles a sus interlocutores no si tienen qué comer o cómo llegar a final de mes, sino con qué sustantivos y pronombres prefieren ser nombrados, no sea que acaben en el juzgado ¿Lo han entendido? Pues eso

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