Pues sí, yo igual que la periodista Georgina Kellerman, que a los 61 años ha declarado que en realidad es una mujer, también he decidido salir del armario: lo confieso, dentro de mi cuerpo había un hombre agazapado. Lo que pasa es que lo he disimulado muy bien, no sé por qué, porque si hubiese salido a la luz antes igual me habría beneficiado de los privilegios que como hombre me correspondían.

Por ejemplo, la Sra. Kellerman ha sido una famosa periodista que, como se hacía pasar por hombre, ganaba más que sus compañeras (se sabe que la brecha salarial existe en todo el mundo, incluida Alemania, donde con un 21% es de las más altas de Europa). Pues bien, nuestra afamada periodista no renunció a ese 21% que ganaba de más por «aparentar» ser un hombre, aunque ella en su interior se sintiera mujer.

Tampoco se nos dice en las entrevistas que ha concedido (entre ellas a El País) si sufrió mucho acoso sexual en el desempeño de su trabajo, ni si los hombres con los que se codeaba le metían mano, o si sus jefes la ninguneaban, ni si sintió miedo de ir sola por la noche en cualquier lugar del mundo en los que trabajó. Seguramente tampoco se tuvo que poner el burka, el niqab o el hijab si visitó algunos países donde las mujeres tienen que cubrirse por obligación. Tener el aspecto de un hombre alto y fornido, ir vestido con traje y chaqueta la verdad es que da mucha seguridad para ir por la vida. Seguramente la Sra. Kellerman iría aterrada si salía de noche por miedo a ser agredida sexualmente, pero mira qué bien, nadie se daba cuenta de que era una mujer.

Es lo que tiene que ser mujer sea un sentimiento sin relación con el cuerpo material, que solo lo sabes tú mientras no lo comuniques a los demás

[…] Por eso yo he decidido seguir su ejemplo. Al declararme hombre a partir de ahora, no solo exijo que me paguen de acuerdo a mi nueva identidad de género, sino que reclamo mi derecho a tener la cátedra que me corresponde (en mi Universidad las mujeres catedráticas son el 25%, mientras que los hombres ocupan el 75%)…¿Podré salir por la noche, a cualquier hora, por cualquier lugar, sin miedo a que me agredan? ¿Si viajo a países islámicos, podré ir descubierta y confraternizar con los demás hombres a cara descubierta?

[…] ¿Hay alguien que se atreva a cuestionar mi sentimiento? Les recuerdo que existe el delito de odio por si alguien osa poner en duda la sinceridad de mi decisión.

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