Por Josie Holford. 

En su libro Time to Think (Tiempo para pensar), Hannah Barnes relata la historia y la calamitosa caída de Tavistock, la única clínica de género infantil pública de Inglaterra. Es una historia aleccionadora del daño causado a cientos de menores. Trata de adolescentes angustiados, padres desesperados, profesionales estresados y organizaciones transactivistas fuera de control.

Barnes nos muestra quiénes son estos niños y niñas y qué condiciones presentaban además de la disforia de género. Algunos de los pacientes dicen estar contentos con su tratamiento y Barnes también cuenta sus historias. Sin embargo, a muchos de los niños, el tratamiento les provocó depresión grave, disfunción sexual, retraso del crecimiento y osteoporosis. Casi todos presentaban otros -y a veces múltiples- problemas sociales y emocionales que simplemente se ignoraron.

“Tiempo de pensar” es una lectura esencial para cualquier educador que quiera entender estos problemas. Muchos de los menores atendidos eran autistas y se sentían diferentes y socialmente incómodos. Muchos eran menores -algunos con padres homófobos- a quienes, si se les hubiera dejado a su aire, habrían crecido como gays o lesbianas.

Esto es importante para los educadores porque las escuelas están tomando decisiones sobre si enseñar o no la teoría de la identidad de género que sustenta las intervenciones médicas para menores que cuestionan su sexo. Mi consejo es que «se informen» y vayan más allá de sus fuentes habituales de información en los medios de comunicación. Algunos de los informes más precisos y mejor documentados sobre este tema proceden de medios de todo el mundo que probablemente no leerían habitualmente. Como dice la frase condescendiente: «Edúcate». No cedas tu capacidad de pensamiento independiente y crítico a tus expertos y políticos de cabecera.

Mi camino a través del laberinto

Durante la última década -desde que las palabras «pronombres» y «cis» empezaron a aparecer en mi radar (c.2008) y desde que adolescentes de instituto empezaron a declarar que eran «pansexuales» o «no binarios»– he estado observando lo que pasaba con los menores y las escuelas.

Cuando Tumblr se puso de moda, vi cómo proliferaban estas etiquetas y este lenguaje entre los y las menores. Cuando se aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo, me di cuenta de que LGB y otras organizaciones de derechos civiles empezaron a cambiar su enfoque. Con el tiempo, hubo algo que no me gustó. Activó mis sistemas de alerta progresista y radar gay. Cuanto más aprendía, más me alarmaba que se tratara de cucos poniendo huevos en el nido LGB. Me llegó el tufillo de todo tipo de trampas intelectuales regresivas.

-¿Por qué todo estaba envuelto en azul y rosa bebé?

-¿Cuál era la causa del súbito y rápido crecimiento de jóvenes que cuestionaban su sexo?

-¿Por qué tantas organizaciones y políticos a los que yo había apoyado y en los que confiaba mostraban tal falta de conocimiento y curiosidad?

-¿Por qué mostraban tal falta de comprensión sobre el desarrollo infantil y apoyaban puntos de vista totalmente contrarios a la psicología infantil, el pensamiento progresista y las tradiciones legales y culturales?

-¿Por qué se apresuraban a dar la espalda a los derechos de la mujer?

-¿Por qué se empeñaban, o eso me parecía a mí, en socavar la comprensión de la realidad por parte de los menores y su confianza en los padres?

Primero, no hacer daño

«La ciencia está asentada», dijo con seguridad el almirante [trans] Levine, Subsecretario de Salud del Departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS) de Estados Unidos, refiriéndose a la intervención médica para menores que cuestionan su sexo. Sallie Baxendale, neuropsicóloga clínica consultora y profesora de neuropsicología clínica en el University College de Londres, es una de las expertas que han examinado detenidamente los datos disponibles. No está de acuerdo:

“Dado que en las revisiones sistemáticas no se han encontrado pruebas de alta calidad de los beneficios de los bloqueadores de la pubertad, no es de extrañar que incluso los médicos que trabajan en este campo se hayan descrito a sí mismos como constructores del avión mientras lo pilotaban. Con la creciente preocupación por los posibles daños asociados con una vía médica de bloqueadores de la pubertad y hormonas sexuales cruzadas (incluyendo daños como la reducción de la densidad ósea, alteraciones en el desarrollo neurológico, deterioro de la función sexual, y la infertilidad) – por no hablar del creciente número de personas que abandonan el tratamiento para los que esto nunca fue una vía de tratamiento adecuado, se podría extender su metáfora de la aviación como un intento de construir un avión mientras alguien tira todos los paracaídas y prende fuego a un motor.”

Todos los educadores saben que la ciencia nunca está asentada, y la mejor prueba que tenemos hasta la fecha es que las intervenciones médicas relacionadas con el género son perjudiciales para el bienestar físico y mental de los y las jóvenes.

La Dra. Erica Anderson, psicóloga clínica con 30 años de experiencia trabajando con pacientes que cuestionan su sexo y antigua miembro de la junta directiva de la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH), tampoco está de acuerdo.

Al observar el enorme aumento del número de jóvenes que se cuestionan su sexo, Anderson ha llegado a la conclusión de que muchos de ellos piensan que ser trans es la explicación de su angustia constante, cuando no es así.

Reconociendo que el contagio social puede ser un factor, la Dra. Anderson resume el dilema para los profesionales sanitarios:

«La cuestión más importante hoy en día no es si la atención para afirmar el género es adecuada para los y las jóvenes trans. La cuestión es: ¿quién es transgénero y en qué momento deben utilizarse los medicamentos?»

En una entrevista de julio, el almirante Levine dijo: «La adolescencia es dura y la pubertad también. ¿Y si estás pasando por la pubertad equivocada? ¿Y si dentro sientes que eres mujer, pero ahora estás pasando por una pubertad masculina?».

Como educadores, debemos reflexionar detenidamente sobre esta cuestión. ¿Se ajusta esto a lo que sabemos, tanto intelectual como experimentalmente, sobre el desarrollo infantil? ¿Qué dirían Piaget, Vygotsky o Erickson?

Estados Unidos se está convirtiendo en un caso atípico en intervenciones médicas pediátricas relacionadas con el género. Mientras que países como Suecia, Finlandia y el Reino Unido han dado marcha atrás en el tratamiento de niños y adolescentes que experimentan alienación de sus cuerpos sexuados, los Estados Unidos parecen estar decididos a ignorar la creciente evidencia y seguir adelante con estas soluciones farmacológicas y quirúrgicas extremas para la angustia emocional. ¿Cui bono?

La cura para la mayoría de los niños y niñas con diagnóstico de disforia de género es pasar por la pubertad. Para muchos, es una etapa del desarrollo en la ruta hacia la formación de la identidad. La gran mayoría de menores desisten sin intervención. Con la «atención de afirmación de género», la propia pubertad está en el punto de mira médico.

Ideología de identidad de género frente a los derechos de las personas que se identifican como trans

Es útil distinguir entre la ideología de identidad de género y los derechos de las personas que se identifican como trans. Los derechos de las personas trans se refieren a las adaptaciones sociales que permiten a las personas trans hacer su vida con la misma protección que los demás. Para lograrlo, hay que buscar soluciones en los ámbitos en los que los derechos de las personas trans entran en conflicto con los derechos de otros grupos. No tienen por qué ser problemas insolubles.

Sin embargo, las pretensiones extremas de esta ideología hacen imposibles las soluciones y alternativas negociadas:

-El sexo es un continuo y, por tanto, los conceptos de masculino y femenino son cuestiones subjetivas de identidad elegida por uno mismo.

-El sentimiento interno de la identidad de género de una persona no debe ponerse en duda ni cuestionarse. Tú eres quien sientes que eres.

-Los niños de dieciocho meses pueden conocer su identidad de género.

-Las mujeres trans son mujeres y los hombres trans son hombres. No hay debate.

-Negar o cuestionar la verdad de cualquiera de esas frases es equiparable a un acto de violencia.

Ese es el dogma. Lo que significa que un hombre heterosexual puede llamarse a sí mismo lesbiana, y un hombre que se autoidentifica como mujer tiene derecho a entrar en espacios, competiciones y deportes sólo para mujeres, y a exigir ser alojado en una cárcel de mujeres aunque sea un delincuente sexual convicto.

Este absolutismo amenaza los derechos de las mujeres basados en el sexo, borra categorías de mujeres, gays y lesbianas, y provoca conflictos en ámbitos como el deporte, los espacios seguros y la protección de la infancia. También exige una revisión completa de las normas sociales y del lenguaje.

La teoría de la identidad de género es intransigente y establece fuerzas opuestas implacables que hacen inevitable el conflicto.

La invención de la infancia trans

Lo más inquietante de todo es que estas ideas se han instalado en la educación y han creado mágicamente la idea del «menor trans». Sobre la base de nociones endebles de identidad de género y estereotipos anticuados, se exime a ciertos niños y niñas de los principios bien establecidos de desarrollo infantil por el hecho de ser «trans». Aceptar la idea del menor trans contradice todo lo que sabemos sobre el desarrollo infantil.

No hay pruebas acreditadas de que los niños posean tal cosa como una  «identidad de género» y muchas investigaciones empíricas demuestran que es una etiqueta adulta impuesta a los niños.

El más siniestro de los eufemismos -«atención pediátrica de afirmación de género»-  impone a menores vulnerables un sistema de creencias adulto, centrado en la existencia de la «identidad de género». Las pruebas que avalan su eficacia son cuestionables en el mejor de los casos y políticamente motivadas en el peor. Afirmar que reduce el riesgo de suicidio o mejora la salud mental es una temeraria distorsión de los datos disponibles.

https://www.genderclinicnews.com/p/blocked-and-retorted?utm_source=profile&utm_medium=reader2

https://www.city-journal.org/article/reckless-and-irresponsible

https://segm.org/transgender_suicide_mortailty_Denmark

La presión a favor de una intervención médica acelerada debería alarmar a todo el mundo. Pasa por alto etapas esenciales del desarrollo y el apoyo psicológico terapéutico. Lleva a los niños por un camino sin regreso de daños irreversibles.

Cualquiera que entienda algo de infancia (o que haya sido o conocido a un niño) sabe que los niños y adolescentes no pueden comprender la importancia de la pubertad ni los efectos a largo plazo del tratamiento. Esa capacidad cognitiva no se tiene hasta la plena madurez, que se alcanza a mediados de la veintena. Todo esto significa que ningún menor puede dar su consentimiento informado.

Los educadores harían bien en mantenerse escépticos sobre si la industria de la intervención médica prioriza su beneficio sobre el bienestar de los menores. Detrás de la fachada de progresismo, ¿se están relegando las prácticas basadas en pruebas a un segundo plano en favor del beneficio económico? ¿Se pasan por alto las consecuencias a largo plazo y los efectos secundarios? ¿Crea este modelo de negocio una dependencia de por vida de servicios médicos y farmacéuticos que mercantilizan a menores vulnerables?

En un periodo extraordinariamente breve, conceptos cuestionables relacionados con la «identidad de género» se han impuesto en las principales instituciones educativas y médicas, grupos activistas y organizaciones. Dominan el discurso político y la cultura popular. Han transformado la percepción del género como estereotipos de los roles sexuales en una definición esencialista del sentido del yo de una persona. Como resultado, muchos han abrazado este cambio radical sin comprender plenamente lo verdaderamente peculiar que es.

¿Qué relación guarda esta información con lo que deben hacer las escuelas?

La mejor investigación actual de que disponemos en el mundo anglosajón (el Informe Provisional Cass, del Reino Unido) concluye que el modelo de «afirmación» en la escuela y la transición social no son actos neutrales. Algo tan sencillo como pedir «pronombres» puede ser activamente perjudicial cuando se induce a menores a creer que pueden haber nacido en el cuerpo equivocado y que pueden cambiar de sexo.

Explorar, experimentar, buscar una mayor independencia y sobrepasar los límites es propio de la adolescencia, un periodo marcado por el crecimiento y el cambio físico y emocional. Como educadores, debemos desconfiar de los intentos de medicalizar este proceso biológico y de desarrollo natural e importante.

¿Qué hacen las escuelas?

Hay escuelas en las que se enseña a los niños que el sexo y el género son intercambiables y que la identidad de género (y, por tanto, el sexo) es fluida y puede cambiar con el tiempo. Hay escuelas que preguntan a los alumnos de primaria por sus pronombres y cómo se identifican. Hay escuelas que enseñan que los niños pueden sentirse a veces como un niño y a veces como una niña y a veces como ambas cosas o ninguna.

Mezclar el sexo y el género de esta manera me parece peligroso. Mete en la cabeza de los niños la idea de que pueden cambiar de sexo. La realidad es que: Un niño es un niño. Un niño que juega con muñecas y quiere ser una princesa es un niño que juega con muñecas y quiere ser una princesa. Del mismo modo, una niña es una niña. Una niña que tiene el pelo corto, trepa a los árboles y juega a los soldados es una niña que tiene el pelo corto, trepa a los árboles y juega a los soldados.

Son actividades sanas y normales para los niños de ambos sexos. No son signos de que un niño tenga un «género» o sea «trans». ¿Por qué no reconocemos simplemente que hay dos sexos, sin alinear reductivamente el sexo de un niño con una elección de juguetes, actividad, vestido, peinado, etc.?

Algunos creíamos haber dejado atrás esos estereotipos sexistas hace mucho tiempo. El discurso actual sobre la identidad de género los trae de vuelta, esta vez con un lenguaje místico añadido, pensamiento mágico, fármacos experimentales, hormonas transgénero y cirugías que alteran la vida.

¿Y en tu colegio?

-¿Cómo aparece el concepto de identidad de género en tu escuela?

-¿Sabes lo que se enseña?

-¿Está integrado el concepto de género en el trabajo de DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión)?

-¿Se considera «trans» a los niños que no encajan en las normas del comportamiento estereotipado en función del sexo? Si es así, ¿te parece bien? Si no es así, ¿cómo crees que debería abordarse?

-¿Deberíamos sugerir a los niños que pueden haber nacido en el cuerpo equivocado? En caso negativo, ¿cómo crees que debería abordarse?

-¿Ha revisado tu escuela sus políticas y programas para asegurarse de que no se están reforzando estereotipos sexuales rancios, incluso en el código de vestimenta y los uniformes?

-¿Alguien cuestiona o habla de estas cosas?

-¿Tú qué opinas?

-¿Sería seguro decir lo que piensas?

Josie Holford es educadora.

Traducción de Contra Borrado

Artículo original
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