Problemas metodológicos generalizados limitan la fiabilidad de las afirmaciones de «bajo arrepentimiento de en la transición». Un seguimiento temporal demasiado corto, incluso de solo 3 meses; sesgos derivados de que los estudios de arrepentimiento informan sólo sobre las personas que voluntariamente participan en la investigación de seguimiento; pérdidas de entre el 20% y el 60% del grupo original durante el seguimiento; estudios que no tienen en cuenta los nuevos perfiles de adolescentes y jóvenes son algunas de las debilidades señaladas por un nuevo estudio.

Como todas las intervenciones médicas, las intervenciones de «afirmación del género» se asocian a una serie de consecuencias para la salud física y mental, tanto positivas como negativas. El arrepentimiento y la detransición son ejemplos de resultados negativos. Los defensores de la transición de género de jóvenes afirman que las tasas de arrepentimiento y abandono son extremadamente bajas. Estas afirmaciones se citan con frecuencia en procedimientos legales, revistas médicas e incluso en recomendaciones de tratamiento.

Un nuevo artículo de Cohn, «The Rate of Detransition is Unknown», revisa las limitaciones habituales de los estudios sobre «arrepentimiento» y demuestra que las tasas de interrupción de terapia hormonal, detransición y arrepentimiento son en gran medida desconocidas. Es importante que médicos, legisladores y quienes se plantean realizar intervenciones médicas comprendan que las bajas tasas de arrepentimiento citadas con frecuencia se basan en pruebas erróneas.

La detransición y el arrepentimiento se presentan de diversas formas. A veces, las personas asumen su transición, de la que finalmente se arrepienten, como parte del «viaje de género» que consideraban inevitable. Otras veces, expresan abiertamente un arrepentimiento devastador. Como declaró esta detransicionadora: «Algunos de nosotros ya nunca podremos tener hijos y muchos de nosotros vivimos con gran angustia y arrepentimiento todos los días.» Casi dos tercios de los y las detransicionadoras que participaron en una reciente encuesta de muestreo de conveniencia afirmaron que no se habrían sometido a una intervención médica de haber sabido lo que saben ahora. Para esas personas, las intervenciones médicas y quirúrgicas de «afirmación del género» constituyeron un daño iatrogénico.

Los estudios que afirman que el arrepentimiento es bajo suelen adolecer de las siguientes limitaciones metodológicas, que hacen que las conclusiones de «muy bajo arrepentimiento» tengan un riesgo crítico de sesgo:

Seguimiento inadecuado

Aunque algunas personas manifiestan su arrepentimiento poco después de iniciar el tratamiento (como el arrepentimiento posquirúrgico), lo más habitual es que el arrepentimiento tarde bastante tiempo en manifestarse. Se ha informado de que la media de arrepentimiento quirúrgico es de hasta 8 años. En los grupos que se sometieron a una combinación de intervenciones (bloqueadores de la pubertad, hormonas y/o cirugías) se han registrado tiempos medios algo más cortos (de 3 a 6 años). Esto es importante si se tiene en cuenta que la transición debe ser un proceso que dure toda la vida.

La otra cara de la moneda de la minusvaloración de los resultados psicosociales adversos del arrepentimiento y la detransición debido a un seguimiento breve es la correspondiente sobrevaloración de los resultados psicológicos positivos, como la reducción de la depresión, la ansiedad y el suicidio. La transición puede estar asociada a un «periodo de luna de miel», en el que la calidad de vida y la satisfacción aumentan al año de la transición en comparación con la situación inicial, pero empiezan a descender a los 3 años y caen aún más precipitadamente a los 5 años de la transición.

Por lo tanto, es alarmante que los estudios que ensalzan los beneficios de la transición juvenil a menudo se centren en resultados de tan sólo 3 meses y rara vez se extiendan más allá de los 5 años. En los casos en que el seguimiento es más prolongado, los estudios adolecen de otras limitaciones metodológicas importantes que se exponen a continuación.

 

Altas tasas de pérdidas durante el seguimiento

Una limitación común de los estudios de arrepentimiento es que informan sólo sobre las personas que voluntariamente participan en la investigación de seguimiento. Aunque los abandonos pueden producirse aleatoriamente debido al desgaste (la gente se muda, sigue con su vida o simplemente pasa por alto una invitación a participar en el seguimiento), en otras ocasiones los abandonos no son aleatorios y dan lugar a una muestra muy sesgada. Por ejemplo, uno de los estudios más citados en el que se afirma que la tasa de arrepentimiento es baja omitía a todos los que dejaron de acudir a la clínica de género, un 36% notablemente alto. No se sabe cuántas de estas personas siguieron obteniendo hormonas en otros lugares o cuántas decidieron dejar de utilizar las hormonas de «afirmación del género» por completo.

Otra forma en la que los abandonos no aleatorios pueden llevar a una subestimación de la detransición y el arrepentimiento es que aquellos que se sienten perjudicados por el tratamiento pueden no querer participar en la investigación de seguimiento. Al menos un estudio demostró que menos de una cuarta parte de los pacientes que abandonaron el tratamiento volvieron a sus médicos para comunicarles su decisión de abandonar el tratamiento.

Aunque no existe un límite para la tasa de abandonos que sesgue críticamente un estudio, los metodólogos evalúan el riesgo estimando si los resultados del estudio cambiarían sustancialmente si los abandonos hubieran permanecido en el estudio pero hubieran informado de resultados diferentes a los de los sujetos o participantes que permanecieron. A menudo se considera que menos del 5% de pérdidas durante el seguimiento no sesga críticamente los resultados, especialmente cuando el efecto del tratamiento entre los participantes es grande. Por otro lado, las tasas de abandono del 15%-20% conducen a una calidad «degradada» y pueden plantear «serias amenazas» para la validez de los resultados, especialmente cuando el efecto del tratamiento es modesto.

Aunque hay varios estudios que afirman que las tasas de arrepentimiento son bajas, tales estudios pierden habitualmente entre el 20% y el 60% del grupo original durante el seguimiento, lo que hace que los resultados tengan un riesgo crítico de sesgo. Esto se debe a que los pacientes que siguen acudiendo a la clínica de género y los que están satisfechos con sus transiciones probablemente estén más dispuestos a participar en la investigación de seguimiento.

Imprecisión de la medición de la detransición y el arrepentimiento

Los investigadores concienzudos que comprenden la importancia de realizar un seguimiento de todos los casos originales, pero que no pueden ponerse en contacto con muchos individuos de la cohorte original, recurren a otras formas de estimar la detransición y el arrepentimiento. Desgraciadamente, las medidas indirectas que utilizan, como el análisis de los historiales médicos o jurídicos en busca de indicios de abandono, probablemente sesgan sistemáticamente los resultados hacia una infradeclaración de abandono y arrepentimiento.

Pensemos, por ejemplo, en un conocido estudio que afirmaba que las tasas de arrepentimiento eran extremadamente bajas buscando en los registros menciones al arrepentimiento y a la reversión de las hormonas, o en estudios que utilizaban metodologías igualmente débiles para afirmar que el arrepentimiento de la cirugía era bajo. Cuando los historiales médicos no indican que el paciente se arrepintió del tratamiento, los investigadores asumen que el paciente estaba contento. La presunción de que «no tener noticias es una buena noticia» es inadecuada para la investigación sobre la detransición y el arrepentimiento, ya que, como se ha observado anteriormente, es poco probable que quienes detransicionan vuelvan a los médicos que les trataron para compartir sus preocupaciones, por lo que es igual de probable que «no tener noticias» sea señal de «malas noticias».

Otra metodología habitual pero problemática para identificar casos de detransición y arrepentimiento es comprobar si se ha producido un cambio de nombre legal. Los problemas de reducir el complejo fenómeno del arrepentimiento a una acción binaria como solicitar un cambio legal de nombre/marcador de sexo se debatieron en otro estudio reciente.

Debe existir una jerarquía de intensidad del arrepentimiento relacionada con las situaciones en las que se encuentran los pacientes en última instancia. La forma más extrema de arrepentimiento es el suicidio tras la transición y los intentos de suicidio. Las personas que se someten a una detransición médica para devolver el cuerpo a su estado anterior a la transición también ocupan un lugar destacado en esta jerarquía. En la parte inferior de esta jerarquía se encuentran aquellos que lamentan sus transiciones pero que, debido a los cambios irreversibles en la anatomía y función de sus cuerpos, eligen de forma adaptativa sacar lo mejor de sus vidas sin realizar la detransición. El arrepentimiento y la aceptación pueden coexistir.”

Basarse en muestras sesgadas o poco generalizables

La narrativa del «poco arrepentimiento» proviene de estudios más antiguos que buscaban cambios en los registros legales para identificar a los individuos que detransicionaban. Sin embargo, estas muestras más antiguas y más cuidadosamente examinadas no son generalizables a la población de jóvenes con disforia de género que tienen múltiples comorbilidades de salud mental y que están realizando la transición actualmente según el modelo de atención de «consentimiento informado«, que no requiere evaluaciones psicológicas.

Las muestras de detransición más recientes que deberían ser aplicables a las presentaciones clínicas actuales adolecen con frecuencia de problemas metodológicos, lo que hace que los resultados tengan un alto riesgo de sesgo. Por ejemplo, una muestra de un estudio muy publicitado, que concluía que la mayoría de los detransicionadores no se arrepentían de su transición, paradójicamente sólo admitía a detransicionadores que seguían identificándose como transgénero. Esto no se reveló en el estudio publicado.

El hecho de que se excluyera del estudio a los detransicionadores que se reajustaron a su sexo biológico sólo resulta evidente cuando se lee el informe de varios cientos de páginas en el que se describe la metodología de la encuesta en la que se basó el estudio. Es probable que las actitudes de las personas que se identifican como transgénero pero que abandonaron la transición (debido a complicaciones médicas o presiones externas) sean muy distintas de las actitudes de las personas que abandonaron la transición y ya no se identifican como transgénero.

Cohn ilustra cómo varios de los estudios sobre detransición y arrepentimiento citados con frecuencia adolecen de una o más de las limitaciones señaladas anteriormente. Cohn también detalla cómo todos los estudios que miden las tasas de arrepentimiento quirúrgico en una reciente revisión sistemática y metaanálisis de las tasas de arrepentimiento quirúrgico adolecen de un tiempo de seguimiento insuficiente y/o altas tasas de abandono. También se han expresado anteriormente otras críticas y preocupaciones sobre este estudio, que sin embargo sigue citándose con frecuencia para demostrar las bajas tasas de arrepentimiento de la cirugía de transición.

El estudio de Cohn concluye que es importante que quienes se plantean una intervención médica sepan que se desconoce la probabilidad de arrepentimiento, detransición y abandono, y que el arrepentimiento y la detransición pueden ser traumáticos. Cohn transmite la urgencia de esta preocupación al destacar el rápido crecimiento del número de jóvenes que persiguen la transición de género: solo en los Estados Unidos, más de 17,000 niños de 6 a 17 años comenzaron con bloqueadores de la pubertad u hormonas de 2017 a 2021, y hubo al menos 56 cirugías genitales y 776 mastectomías dobles en el rango de edad de 13 a 17 años de 2019 a 2021.

Cohn pide metodologías mejoradas en el estudio de las tasas de detransición y arrepentimiento, y aboga por difundir información precisa sobre la brecha en el conocimiento de la detransición y el arrepentimiento para que pacientes jóvenes y familias puedan tomar decisiones informadas sobre los tratamientos, en lugar de ser adormecidos en una falsa sensación de seguridad por la narrativa errónea de «bajo arrepentimiento».

Conclusión de la SEGM

Mientras que las consecuencias negativas para la salud física han sido cada vez más objeto de escrutinio (incluidos los efectos adversos sobre la salud ósea y cardiovascular, la disfunción sexual y la infertilidad/esterilidad), se ha prestado menos atención a las consecuencias psicológicas adversas. Aunque los defensores de la transición juvenil afirman que la detransición no debe considerarse una manifestación de una transición fallida, este argumento es difícil de justificar. Las hormonas y la cirugía cambian irreversiblemente el cuerpo y algunas de sus funciones clave. Y dado que la transición de género es un proceso que dura toda la vida y que es necesario para mantener una apariencia masculinizada o feminizada, los casos de detransición médica -que ya alcanzan el 30% a los 4 años de iniciar el tratamiento–  son una alarmante señal de advertencia de un elevado número de transiciones inadecuadas.

La narrativa actual de los médicos que afirman el género de que el arrepentimiento es extremadamente raro se basa en estudios que adolecen de limitaciones metodológicas significativas, que sesgan críticamente esos estudios hacia una infradeclaración de la detransición y el arrepentimiento. Un estudio reciente, que afirma que se redujo significativamente la depresión y el suicidio tras la administración de testosterona a mujeres con disforia de género, es un buen ejemplo de ello: se realizó un seguimiento de los sujetos durante sólo 3 meses (mucho antes de que pudieran establecerse los efectos fisiológicos de la testosterona, ya fueran positivos o negativos).

Se ha observado un posible «periodo de luna de miel» asociado al inicio del tratamiento. Las mejoras a corto plazo en el estado de ánimo no proporcionan pruebas creíbles de que las intervenciones médicas y quirúrgicas altamente invasivas que conlleva la transición de género aseguren una vida libre de arrepentimientos y de alta calidad. Los estudios que no se extienden lo suficiente después de la transición deben declarar explícitamente que no pueden determinar las tasas reales de arrepentimiento.

Hasta que se disponga de mediciones fiables del arrepentimiento (que tardarán años en recopilarse, dado el reciente aumento de las transiciones de género de jóvenes), pacientes, familias, médicos, responsables políticos y el público en general deben saber que se desconocen las tasas de arrepentimiento y de detransición, y que las pruebas disponibles no demuestran que estas tasas sean muy bajas.

Nota: aquí puede consultarse una lista más amplia de las tasas de arrepentimiento de los estudios, sin sus tiempos de seguimiento ni porcentajes.

SEGM es la Society for Evidence-based Gender Medicine

Traducción de Contra Borrado

Artículo original
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