Si se aprueba la autodeterminación de género, no volveré a votar al PSOE jamás”, escribí en Twitter. Y se desataron todas las furias del Averno.
Ya he explicado, por activa y por pasiva, en Twitter, en entrevistas, en artículos (como el que publiqué aquí el 21 de julio, “Berta es un niño”) por qué me opongo a esa “autodeterminación” que la Secretaria de Estado de Igualdad anuncia que quieren legislar. Semejante ley permitiría a cualquier mujer convertirse legalmente en hombre, o cualquier hombre en mujer, con una mera declaración. Muchas personas nos oponemos a ello porque implicaría negar la biología, sacralizar las “identidades” (o sea, estereotipos) masculina y femenina e imposibilitar las políticas en favor de la igualdad entre hombre y mujer, si estas se definen como sentimientos y no como realidades. Todos estos argumentos los he expresado en tuits y quien quiera puede contraargumentar en otro tuit. En vez de eso, lo que empecé a recibir fue un torrente de insultos: tránsfoba, cruel, intolerante, tránsfoba, instigadora de odio, patética, ridícula, tránsfoba…
Me halaga la importancia que dan a mi voto, una 6.752.983-ésima parte de los que tuvo el PSOE en los últimos comicios, pero puedo prescindir de halagos semejantes. Puse como tuit fijado: “Cerrado por vacaciones” y desinstalé Twitter. Donde continuaba la tormenta, a juzgar por el mensaje de voz que recibí días después, de una amiga andaluza: “Hola, Laura, acabo de ver la que te está cayendo. ¡Pero cómo son! Te tratan de tó . ¡Pero si tú no insultas, tú razonas y das una opinión! Te acusan de odiar, de querer que todas las transexuales mueran… ¡están desatás !, ¡una salvajás , te dicen!, ¡son de un bestia! ¡y encima se quejan!”..