Por Lorenzo Gallego Borghini et al.
Leche torácica para no decir leche materna, personas para no decir mujeres, atención perinatal para evitar maternidad, persona que da a luz para no decir madre…son algunos de los cambios para un lenguaje pretendidamente inclusivo que propone la guía del consorcio hospitalario de Brighton y Sussex, Inglaterra. Los médicos advierten de los riesgos de admitir que la ideología sustituya a la terminología científica.
A principios de marzo de 2021, conocíamos la noticia de que el consorcio hospitalario de Brighton y Sussex, en el sureste de Inglaterra, había elaborado un nuevo protocolo sobre lenguaje inclusivo para las unidades de maternidad. La red de hospitales públicos indicaba que se disponía a actualizar el redactado de todos sus materiales, incluidos los folletos para pacientes y la web, como parte de su “camino hacia la prestación de servicios inclusivos con el género de todas las personas».
El objetivo principal de las nuevas pautas es “ampliar el lenguaje” para “apoyar a las personas que se sienten diferentes”. Aquí, las personas que se sienten diferentes son las que no se sienten mujeres: los hombres transexuales que pueden gestar, dar a luz y amamantar (por conservar el aparato reproductor femenino y las glándulas mamarias), pero también las personas que se declaran no binarias; según el texto, estas pueden ser agénero, bigénero o de género queer.
[Nota de Alianza CBM: puede pensarse también que esa neolengua evita unir la palabra mujer a las características sexuales propias de las mujeres para así no ofender a los varones que dicen ser mujeres]
La nueva guía, según se dice, será aplicable a la redacción de documentos, protocolos y comunicaciones, así como a la hora de hablar con la población sobre embarazo, parto y puericultura (p.ej., en reuniones, jornadas abiertas o sesiones de formación preparto). Después de una prolija exposición de motivos y fundamentos deontológicos, encontramos un escueto apartado en el que se explicitan los cambios que deberán hacerse.
En concreto, en la guía se pide utilizar un lenguaje gender-additive (“que comprenda todos los géneros»). Esto implica no hablar únicamente de“mujeres” sino de “mujeres y personas”, es decir, acoplando siempre una referencia asexuada a todas las menciones a la mujer, “para garantizar que todo el mundo se sienta representado e incluido”.
Como ejemplos de este cambio, se dan las siguientes frases:
Sustituir «pesar a la mujer» por «pesar a la mujer o a la persona»
Sustituir «Cuando una mujer consiente en una prueba debe ser informada de…» por «Cuando una mujer o persona consiente en una prueba debe ser informada de..»
Tomar el pulso materno cada hora. → Tomar el pulso materno o parental cada hora.
El término persona también incluye a las mujeres; por tanto, según estas frases, mujer no es una persona.
Hay otros cambios significativos. Uno de los más sorprendentes concierne al término leche materna que se pide sustituir por leche humana o leche pectoral. Literalmente, chestmilk equivale a algo así como “leche torácica”, en un intento de borrar la marca de sexo (breast, mama) del término breastmilk, habitual en inglés para hablar de la leche materna, pero produce un efecto de enorme extrañeza a oídos de los angloparlantes.
Otro de los términos afectados es maternidad, que se sustituye por servicios de parto o atención perinatal. En cuanto al término “madre”, se propone adoptar persona que da a luz.
La guía se acompaña de unos documentos complementarios que merecen un comentario aparte. Primero, encontramos un juego de etiquetas para que la usuaria (o usuario) de los servicios de maternidad haga saber al personal sanitario cuál es su identidad de género y cómo desea que se dirijan a ella (o él), cabe imaginarse que colocándoselas en la solapa y llevándolas en todo momento durante su proceso asistencial. Vienen tres modelos: uno con la bandera del orgullo transexual, otra con la bandera del orgullo no binario y otro modelo liso, en fondo verde.
También hay varios espacios en blanco para complementar esa lista. Es decir, se ofrece a la paciente la posibilidad de elegir los términos con los que quiere no sólo que el personal sanitario se dirija a ella, sino también la terminología que debe emplear para referirse a toda su realidad biofisiológica y su asistencia clínica.

Persona y sexo
Las modificaciones en la terminología pueden poner al sanitario en mayores aprietos, pues el solo ejercicio mental de tener que recordar cómo referirse a un órgano del cuerpo, cuyo nombre ya está asentado, termina siendo una distracción o un problema más que resolver.
De la teoría a la práctica.
La presión que ejercen sobre el personal médico la constante necesidad de actualización, los cambios sociales y la gran propensión a sufrir reclamos judiciales en la atención médica especializada —y dentro de ella, la ginecología y obstetricia se encuentran en el segundo lugar en España (Alcalá, 2015)—genera un ambiente ya de inicio complejo y en algunos casos hostil para el ejercicio de la profesión. Si a esto se le agrega la obligación de llamar a las partes del cuerpo del paciente, o las actividades que realizará durante la atención de su parto o en el puerperio, con los términos que cada paciente en su individualidad decida, la propuesta se vuelve no sólo poco práctica sino imposible. Cabe mencionar, de igual manera, que para fines médico-legales, de reembolso de recursos al paciente y pago de honorarios de los profesionales de la salud en compañías de seguros, el expediente clínico se debe cumplimentar con la máxima claridad y corrección, principalmente en la nota preoperatoria y posoperatoria, por lo que el uso de un lenguaje diferente al técnico podría repercutir en la comunicación entre los actores participantes y las instituciones. Este punto también es fundamental. […]
Conclusiones
Vivimos en una época muy convulsa, en la cual un traspiés puede truncar el desarrollo profesional de un individuo, al ser satanizado o expuesto, ya sea en los medios de comunicación o en las redes sociales.
Y nosotros decimos: un útero es un útero, y una mama es una mama.